miércoles, 5 de octubre de 2011

El hombre dragón




Intentamos liberar a los esclavos pero resultaba imposible. Nos repartimos por las distintas oquedades de la cueva y fuimos deshaciéndonos de los guardianes uno a uno, sin meter ruido, silenciosamente. Uno de los esclavos se dio cuenta de lo que estaba pasando y avisó a los que estaban más cerca, les hicimos señas para que permanecieron silenciosos, pero cuando vieron que ya nos habíamos librado de unos cuantos decidieron intervenir ellos también, tenían derecho, toda la rabia de su sufrimiento se escapaba en cada golpe que daban.
No nos hemos dado cuenta, parecía que pronto acabaríamos con todos los mercenarios, cuando ha aparecido un pequeño ejército de dragones de tercera calidad, tropa sin cualificación, solo moles enormes que luchan contra quienes les ordenen, no distinguían al enemigo, todos lo éramos, se enfrentaban a los demonios con una saña terrible, también a los esclavos y cuando vi que reparaban en nosotros recordé mi poder sobre ellos, al fin estos que ahora eran dragones habían sido Monoi no hacía tanto.

Ha sido suficiente concentrar mi pensamiento y volver a invocar a mis dioses de Asad, siempre me acompañan donde quiera que esté y esta vez también han acudido rápidos. Los dragones lanzaban un extraño rugido, brotaba de su estómago y al salir por su boca producían un extraño humo verdoso que envolvía sus cabezas y parecía no dejarles ver. Luego se arrastraron por el suelo y vinieron hacia mí para quedar allí, postrados y sumisos. Subí a una roca y les ordené que se fueran, que informaran a su amo que yo estaba allí y tenía un gran poder sobre ellos, no pude terminar mi frase porque de pronto surgió un chispazo y un chasquido de entre los esclavos y una bala atravesó mi cuerpo.

Desperté aquí, en medio de un lujo excesivo, postrada entre almohadones, pero sin saber dónde estaba y porqué. No podía pensar bien, me dolía el hombro y mi brazo estaba sujeto por una venda bien colocada. Todas mis cosas se encontraban sobre una butaca, ahora escribo con una mano sola y afortunadamente este es mi ordenador. Han pasado unos días de todo esto y por fin le he conocido, él es el hombre de mis sueños, el que me hablaba de poder, gloria y deseo. Es el Rey, el Dragón, el amo del mundo. Tiene un extraño poder en su mirada que se cuela en tu interior y te deja verlo tal como era, hermoso y lleno de determinación, a la vez que no puede dejar de ser quien es ahora: una terrible fiera salvaje.

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