lunes, 7 de noviembre de 2011

Rodrigo y la profecía






Después de todo aquello  hicimos un recuento de nuestra gente, muchos hombres habían muerto en la batalla y sobre todo nuestros  nagishis habían caído como moscas.  Fuéramos los que fuésemos estábamos dispuestos. Yo no sabía si Rebeca habría recibido el aviso de que no debía matar a Rolando, su misión era difícil y peligrosa y puede que Andy no hubiera podido llegar a tiempo. He robado el ordenador con el que escribo, el mío se quedó congelado de pronto, sin batería. Este lo llevaba colgado del cuello uno de los humanos traidores que luchaban con los zombis. Me ha costado adaptarlo a mis necesidades pero ahora ya lo he dominado.
Salimos de nuevo al camino en busca de Pabrich el Rey, nos tropezamos con grupos que huían aterrados y a otros los hicimos desaparecer cuando se enfrentaron a nosotros.
La fortaleza se nos ofrece enorme, terriblemente negra y misteriosa. He repartido a mi gente en grupos y los he mandado a atacar cada una de las puertas de la muralla, cuatro en total, yo he subido en el lomo de Birbag, Markel y dos hombres más me siguieron con los nagishis hemos penetrado en la fortaleza sobrevolándola. Los defensores nos bombardearon frenéticamente, Birbag soltaba su fuego por esas narices suyas que son como cañones. He visto a los zombis y diablos corriendo entre alaridos envueltos en llamas. Un aroma hediondo a carne quemada se esparcía por el aire ahogándonos a nosotros también. Los monoi de Pabrich han aparecido de pronto ensombreciendo el cielo. Eran muchos, quizá demasiados para nosotros, pero estábamos desesperados y luchábamos cada uno como si fuéramos cinco. Desde allí arriba y entre golpe y golpe le vi: era Rodrigo, gesticulaba de manera extraña, rodeado de toda aquella muerte parecía un loco hablando solo, sobrevolé hasta el centro del patio de armas perseguida por un monoi bastante joven e inexperto. Corté su cuello de un tajo y volví a buscar a Rodrigo con la mirada. Golpeaba aquí y allá en el aire con Espiga de Arroz, como si luchara con un enemigo que solo él podía ver. Pedí a Birbag que bajara un poco hacia el patio, porque quería estar segura de que mi amigo no había perdido la razón entre tanta sangre y tanto muerto. Entonces Rodrigo dio un terrible golpe con su espada en el suelo; toda la fortaleza pareció removerse, las almenas temblaron, mi monoi remontó el vuelo como empujado por una fuerza superior, el mármol se partió por la mitad a causa de aquel terrible golpe, una hendidura se extendió a lo largo y se perdió casi de vista, como si fuera una enorme culebra zigzagueando, pensé que la espada del León se partiría por la mitad y acabaría desintegrada, pero no fue así. Por el contrario vi como despedía un halo de luz brillante y pude escuchar claramente la desesperación en la voz de Rodrigo pidiendo que alguien le ayudara.
Miré a un lado y a otro y supe seguro que la única que podría ayudarle ahora era yo. Se lo dije a Birbag, teníamos que ayudarle a salir de aquel lugar antes de que acabara muriendo, porque para entonces yo ya había comprendido que Rodrigo luchaba contra fuerzas malignas y misteriosas que yo no podía ver, pero que serían nefastas para él si no le ayudaba.

Nos lanzamos en picado, mi monoi echaba fuego por sus fauces y con los ojos formó un círculo de luz que protegía a Rodrigo de los ataques de quienes fueran sus enemigos. La primera pasada no acertamos, sobrevolamos y volvimos a bajar y entonces pude sujetar a  nuestro hombre por un brazo y lo atraje hacia mí hasta situarlo a mi lado sobre Birbag. Rodrigo parecía enloquecido, repetía una y otra vez que sabía que llegaría, que confiaba en mí, y daba estocadas al aire como un poseso.

Conseguí que se tranquilizara cuando lo dejamos en el suelo. Me contó lo qué le había sucedido y lo que ya sabíamos nosotros, que  Rebeca iba a matar a Rolando obedeciendo la profecía, pero que no existía tal profecía, que había sido todo un engaño de la Sombra y nos dijo también que Andy había muerto en el campo de batalla y fue su alma la que le había avisado de todo aquello. Tenía unas enormes ganas de llorar, todo aquello era insoportable, pero ahora teníamos que llevar a Rodrigo a avisar a Rebeca antes de que fuera demasiado tarde.

Nos acordamos de la puerta de Rosario. Aquella zona de la fortaleza estaba lejos y la puerta casi escondida entre la maleza. Pero no contamos con que estaba cerrada a cal y canto y era de un metal terriblemente duro y grueso. Nos perseguían y no podíamos dudar ni un minuto, yo me quedaría en la retaguardia y Birbag llevaría a Rodrigo hasta Rebeca, aunque no sabíamos dónde estaba concretamente.



Birbag resolvió el problema. Se lanzó a toda velocidad contra la puerta, una, dos, tres veces …su cuello empezó a hincharse y de su cara brotaba una especie de sangre lechosa y espesa. Temí por su vida. Se partió una de las patas delanteras  y finalmente en el último intento, la puerta se abrió, más bien se derrumbó, y Birbag cayó al suelo fulminado. No pude pararme a ayudarle, penetré tras Rodrigo y miramos a ver que había detrás de aquel portón. 

Un túnel oscuro partía de allí bajando o subiendo, depende del destino, en una gran pendiente. No llevábamos linternas así que improvisamos unas antonchas con nuestras ropas y los barrotes de la puerta. Miré hacia atrás cuando por fin comenzamos el descenso. Birbag respiraba ruidosamente y me miraba con una luz apagada en sus grandes ojos. Los míos se llenaron de lágrimas, pero no podía detenerme. Bajamos y bajamos, aquel pasadizo parecía no tener fin. De vez en cuando se abrían nichos en los costados como si tuvieran adosadas puertas nuevas para huir. No se cuanto tiempo tardamos en llegar, a mí se me hizo eterno, pero de pronto empezamos a oir a lo lejos un bullicio de voces y entrechocar de metal. El pasillo se fue anchando y una luz difusa nos permitió apagar nuestras antorchas. Nos acercamos con mucho sigilo y
lo que vimos nos dejó sin habla. Había una galería que rodeaba un inmenso salón donde, en ese momento, se sostenía una batalla, habíamos llegado justo en el momento en que Rebeca parecía a punto de disparar, pero no lo hacía, sus manos temblaban imposibilitándole matar al hombre que amaba. Rolando saltaba de un lado a otro tratando de ganar aquella pelea cuerpo a cuerpo con astucia porque Pabrich era inmenso y ahora se mostraba en toda su magnificencia. Di un alarido terrible, temía que Rebeca terminara su misión. Pabrich me oyó y por un momento se distrajo buscándome, vi un atisbo de espanto en sus ojos. Esa pequeña distracción la aprovechó Rodrigo para, de un salto admirable, presentarse en medio de la sala gritando:
-          ¡NOOOOOOOOOOOO!
Su espada refulgía en su mano, el pelo al viento,  la rabia y preocupación dibujadas en su cara, la blandía de un lado a otro y finalmente la tiró contra el suelo con tal fuerza que quedó clavada en él lanzado rayos de todos los colores y haciendo que todo y todos retumbara y se movieran.  Aquello detuvo la pelea por un instante, todos miraban a Rodrigo como si fuera un fantasma y él entonces gritó con voz de trueno:
-        
          REBECAAAA,  REBECAAAA, NO MATES A ROLANDO…. LA PROFECÍA ES FALSAAAA, NO DISPARESSSS.

Pabrich me miró,comprendí que dudaba pero inmediatamente sus ojos se llenaron de odio, en su mano llevaba un arma desconocida para mí, una especie de pistola de tres cañones de bocas como embudos a la que había visto disparar unas veces unos rayos verdes que congelaban todo lo que tocaban y otras un halo a tal velocidad que mataba a un hombre nada más tocarlo, me apuntó con ella, no pude reaccionar, no me dio tiempo a huir, disparó y … No sé qué pasó después, caí al suelo fulminada y aquella guerra terminó para mí allí en aquel momento.

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