sábado, 4 de junio de 2011

En aquella cabaña








Este sábado le tocaba a Marcela abrir la tienda, asi que he aprovechado para reunir todas las cosas que tengo preparadas, meterlas en el todo terreno y subir a mi cabaña del Pirineo. He tenido que llamar a Santi, se que a veces lo utilizo y esta ha sido una de ellas; estaba en casa de unos amigos disfrutando del buen tiempo, pero lo ha dejado todo y ha venido a ayudarme. Entre los dos coches hemos podido reunir casi todo, lo demás tendré que ir llevándolo en sucesivas ocasiones.

Esa cabaña la hemos utilizado en la temporada de ski, a Pablo siempre le ha gustado mucho, a mi no, me gusta la nieve y el monte, pero esquiar menos.Es una casita de madera, de esas que venden prefabricadas, pero de muy buena calidad porque tiene que aguantar mucho el frío. Tiene tres habitaciones no muy grandes, un saloncito con cocina americana y un baño y un aseo, está puesto muy rústicamente, pero creo que es un buen sitio para escondernos, lejos de la ciudad y de sitios más poblados. No diré en qué zona concreta se encuentra, pero el lugar es precioso, en plena naturaleza salvaje, hay casitas aquí y allá que en invierno casi desparecen bajo la nieve.


Mis hijos me preguntan porqué hemos de vivir allí, sobre todo ellos, ya que yo tendré que ir y venir. Les he explicado las cosas lo mejor que he podido, Adrián ya es casi un hombre y el ha hecho más preguntas que necesitaban respuesta. Espero no haberle asustado más de lo necesario, pero creo que lo ha comprendido. Así que me ha dicho que no me preocupe que el cuidará de sus hermanos cuando yo no esté. Santi me ha ayudado a reforzar las contraventanas de madera gruesa para que cierren bien por dentro y no puedan abrirse por fuera. Hemos ajustado bien las ventanas y hemos colocado seguros, también hemos clausurado la puerta trasera para que nadie la utilice y luego hemos distribuido todos los alimentos y enseres que ya no cabían en casa en el garage. Por aquí aún hay luz y agua y en el pueblo parece que viven tranquilos y aún quedan provisiones.He pensado en poner unas placas solares, por lo que pueda pasar. Los moviles funcionan normalmente también, veremos cuanto tardan en desaparecer todas estas cosas. Romilda no quería acompañarnos al principio, cuando le he explicado las cosas me ha pedido que viniera con nosotras su marido, porque si no ella no podría acompañarnos. Me ha parecido bien ya que si algo sucede podrá ayudarnos.

He invitado a Santi a que se quede a pasar el fin de semana; hemos dado un paseo por los alrededores un poco por inspeccionar si todo se ve normal y otro poco por poder disfrutar de unos instantes de intimidad. Cerca de la cabaña hay un viejo puente de piedra que si no es romano, lo parece. El agua baja de la cascada que en invierno lleva mucha fuerza en el agua y en primavera se remansa y refresca con sus murmullos. Nos hemos sentado en un tronco que lleva caido desde siempre que yo recuerde y es de un árbol más que centenario. Me gusta el aroma de Santi cuando se me acerca. Puede que ya os lo haya dicho, pero también me gustan sus manos, las manos son importantes para mi en un hombre; no he tenido que pensar mucho porque los ojos son transparentes cuando sabes mirarlos y los de él hablaban solos en ese momento. Le he dejado que pasara sus manos por mi espalda y mis hombros y mansamente me ha atraido hacia su pecho para besarme, ha sido un beso de prueba, de esos que se conforman en los bordes de la boca y consiguen que esta se abra, para luego ahogarse en la urgencia del deseo. Me he apartado después y abrazada a él hemos vuelto a casa.

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