domingo, 13 de noviembre de 2011

Sentimientos encontrados: La lucha final




Había perdido la noción de las cosas. No me sentía y sin embargo sabía que estaba allí totalmente alerta. Contemplaba moverse a Rolando enzarzado en una lucha como jamás había visto; Pabrich lo atraía con sus garras y jugaba con él, hasta que él soltaba un golpe certero que dejaba al Dragón momentáneamente fuera de juego. Rebeca huía de la venganza de Loa y yo estaba allí quieta viéndolo todo y sin hacer nada.
Fue entonces  la vi a ella como iluminada por una luz extraña, transformada en un ser mágico que mantenía en alto algo que despedía destellos plateados. Y  noté mi cuerpo de nuevo, me di cuenta de que aquella magia me había devuelto a la vida desde una muerte que no era tal. Rodrigo también pareció despertar de una pesadilla y el mismo Rolando contemplaba a la mujer que amaba, maravillado por el extraordinario poder que emanaba de ella y de aquel potente fulgor.
El abismo que había abierto Espiga al clavarse en el suelo se había ampliado de manera tan profunda que era un negro agujero que no terminaba nunca. Rebeca lanzó aquella luz dentro de aquel pozo, que se deslizó rápidamente e iluminó las paredes rocosas y los salientes naturales que lo formaban. Reposando en uno de ellos estaba Steampunk y Rebeca no lo dudó. Se lanzó valientemente a buscarlo.
Era tiempo porque el Rey controlaba en ese momento a Rolando. Ambos igual de fuertes, los dos iguales de fieros, todo alrededor temblaba por las embestidas de ambos y todos los demás contendientes habían detenido su lucha para contemplar la marcha de aquel enfrentamiento magnífico, poder contra poder, las fuerzas del mal contra las del bien. Pabrich agarró con sus temibles garras a Rolando, rodeaba su cuerpo como si fuera un muñeco, él reunió toda su magia y soltó una descarga que hizo que un olor asqueroso a piel quemada se extendiera por todo el lugar. Aquello enfureció a Pabrich de tal manera que el aire se nubló a causa de sus resoplidos fantasmales. Rebeca trepaba por el borde del abismo a punto de llegar arriba, cuando Pabrich El Dragón, agarraba a Rolando por la cabeza a punto de desnucarle y arrancarla después de cuajo….
La vi, allí parada como una diosa, con Steampunk bien sujeto con las dos manos y rodeada de humo, llamas y luz irresistible. En su cara se reflejaba una determinación tal que asustaba. Miré hacia donde ella apuntaba y vi que Pabrich se desplomaba poco a poco con una expresión de sorpresa en su horrible cara. Rolando se agitaba en el suelo abriendo la boca desesperadamente intentando adueñarse de todo el aire del mundo. Me dio un vuelco el corazón. Por fin veíamos a aquel ser diabólico vencido, hundido en el horror de la muerte, a punto de volver de nuevo a su reino de las tinieblas.  A medida que la vida se iba apagando en él, su cuerpo se fue transformando hasta reducirse y dejar aparecer al Pabrich que durante un corto tiempo me había deslumbrado. Era hermoso y la muerte aclaraba su rostro y lo serenaba, se había vuelto hacia mí y me suplicaba con los ojos.
Luché contra mis sentimientos, le odiaba y a la vez le compadecía y al mismo tiempo sentía la fuerza de su seducción.


-    Sahira zu Monoi …..
Me llamó entrecortadamente extendiendo una de sus manos hacia mí. Pudo más en mí la piedad y me acerqué a su lado pasé mi brazo bajo su cabeza y la sostuve para que me viera.
-    Sahira … mujer mágica, por ti hubiera devuelto el mundo al mundo y los muertos a las tinieblas eternas. Te quería, a mi manera, pero quería compartir mi reino contigo …. Acompáñame al confín de los siglos en mi reino de lass ti niii eeee blas….
Como un pelele se deslizó al suelo de entre mis brazos y murió.

Aún no habíamos asimilado el alcance de aquella muerte cuando un hombre se destacó de entre las huestes del Dragón. Se tiraba de los pelos y lanzaba grandes voces clamando a los dioses de las tinieblas:
-    ¡Malditos asesinos! No sabéis lo que habéis hecho. Él era un ser superior que amaba a la Humanidad y sabía leer en el corazón de los hombres. Sólo esclavizó a los que, con su debilidad de espíritu, corrompían a todos los demás. Los pervertidos, los corruptos, los manipuladores. Él quería una humanidad mejor, limpia de sus verdaderos enemigos... y ahora lo habéis matado. Sois la mayor desgracia que le ha sucedido a la humanidad".
Nos miramos los unos a los otros completamente consternados. ¿Habíamos cometido un error matando a aquel ser extraño? En mi corazón se sembró la duda, hubiera podido amarle me dije, mi instinto tal vez no me engañaba.  Durante unos momentos todos permanecíamos callados, sopesando tal vez lo que sentíamos con lo que nos había dicho aquel hombre, cuando Rodrigo lo retuvo con su brazo y poniéndole la espada en la garganta le dijo:
-    Puede que tengas razón y que Pabrich haya venido para transformar este enorme cenicero que es el mundo, en un paraíso. Por mí como si iba a limpiarlo de pederastas y psicópatas. Es posible que puestos en una balanza seamos nosotros los malvados, pero no sé por qué gastas saliva siquiera en decirlo: en esta enorme selva que es el mundo no hay premios a la buena voluntad. Es mucho más sencillo que todo eso del bien y del mal: Pabrich se equivocó de enemigo y jodió a las personas equivocadas.
Rodrigo hablaba con odio y totalmente fuera de sí cortó el cuello a aquel hombre que había sembrado la duda en nuestros corazones.
Avergonzados nos mirábamos los unos a los otros. Cuando Rolando consiguió reponerse de los golpes y vio a Pabrich muerto, súbitamente fue consciente de lo que significaba aquello; clavó sus rodillas en el suelo y lanzando grandes lamentos, con los ojos inundados por las lágrimas, dió gracias a las fuerzas sobrenaturales porque había llegado el final de aquella horrible pesadilla. Rebeca se acercó a su amado y lo tomó en brazos; entre sollozos Rolando le dijo:
- ¡Está hecho amor mío!...! Por todo lo que es sagrado... Está hecho!
Y se derrumbó de nuevo agotado por el cansancio.


 Yo, Sahira zu Monoi, resucitada con todos los poderes de los dioses del Reino de Asad, ordené lo necesario para conducir a aquel ser atormentado y feroz a su morada en el averno.

Todos sus seguidores formaron un desfile interminable de túnicas blancas y rojas, demonios de cuerpos negros, muertos vivientes de olor hediondo  y todos los parias de los mundos de aquí y allá que se le habían unido. Pasó entre ellos envuelto en su capa negra, llevado a hombros por algunos de sus hombres, treparon por la rampa que conducía hasta la enorme figura tallada al fondo de aquel lugar, un dragón con sus grandes fauces abiertas y una lengua negra y babosa colgando de ellas. Yo estaba allí arriba esperándole, quería acompañarle hasta el último minuto de su estancia en el mundo real.
-    ¡! Singmer stranopek Pabrich Drageon  Riegt!!– clamé, levantando mis brazos al cielo.
-     Tsapiro Riegt, Tsapiro Riegt – salmodiaban todos a medida que avanzaban hacia la enorme boca abierta.
Cuando Pabrich llegó a mi lado descubrí su cara por última vez y deposité junto a su boca la pequeña rosa blanca de diamantes que me regaló el día que me pidió que me quedara con él para siempre y di la orden:
-    ¡Semgirotcem!
Aquel ejército, desfilando marcialmente, penetró por la boca de aquel ser fantasmagórico que los fue tragando a todos, uno a uno….No sé decir cuánto tiempo duró aquel desfile.  Caminaban dócilmente en pos de su Rey y señor hasta que el último miró hacia nosotros y desapareció.
Nos quedamos muy quietos, con las imágenes de aquellas escenas grabadas para siempre en nuestras pupilas; nos dimos cuenta de que algo grande había sucedido, de que habíamos sido nosotros, con nuestro empeño y esfuerzo los que habíamos conseguido poner fin a aquella lucha de un mundo contra otro mundo diferente. Nos dimos las manos unos a otros y nos abrazamos emocionados; lo que habíamos conseguido era algo extraordinario, algo que se contaría por siglos en los libros de Historia; ¡nosotros, nosotros lo habíamos conseguido! Y debíamos sentirnos orgullosos por ello, aunque Pabrich no fuera el ser malvado que imaginábamos, tal vez, o incluso el mundo que nos proponía en su locura hubiera sido mejor que este en el que vivíamos.
Necesitaba un poco de soledad, tenía que serenarme. La muerte de Pabrich y sobre todo su últimas palabras y aquella mirada suplicante, me habían descolocado. Salí al aire libre, me costó un poco retornar por aquellos pasillos oscuros, pero cuando vi el cielo, mis ojos se llenaron de lágrimas. Era de noche y la luna en cuarto creciente iluminaba el mundo plácidamente. Y yo estaba allí sin saber muy bien cuál sería mi futuro, hacia donde dirigiría mis pasos, con quién lo haría…. Sintiéndome extrañamente sola. Todo había terminado.

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