martes, 24 de mayo de 2011

¿Qué pasa en el sótano?




He vuelto a casa muy pronto. Estoy muy cansada. He mandado a Romilda que se vaya a la suya enseguida y le he aconsejado que cierre bien las puertas y ventanas y no deje entrar a nadie. Me ha mirado con ojos asombrados, pensando seguramente que estoy un poco loca. Adrián me ha oído decirle eso y me ha preguntado qué pasa. No se si explicárselo o esperar un poco. Al final le he pedido que tenga cuidado cuando esté fuera de casa y que ya se lo explicaré pronto.

- ¿Funciona ya tu ordenador? - me ha preguntado

Tampoco a él le iba bien el suyo estos días y ayer se estropeó definitivamente. Al parecer hoy se ha arreglado solo.

Esta mañana hemos revisado el almacén y el sótano; en el almacén no hemos visto nada anormal. Marcela se reía nerviosamente asegurando que no sabía que andábamos buscando, pero yo se que hay algo extraño que nos rodea y no acierto a saber qué es.

Para bajar al sótano hemos necesitado linternas, porque es un lugar que no solemos usar para nada y hay allí muy poca luz. La lonja pertenece a un decorador muy conocido aquí y cuando se la alquilamos nos pidió permiso para bajar allí algunas de las cosas que estaban en el almacén y que no necesitaba en ese momento, pero quería conservar. Nos tropezábamos con ellas al bajar. De verdad que no se porqué sentíamos tanto miedo. Allí abajo hay un olor extraño, no es solo humedad o porque está cerrado, no, es un olor ácido, como de algo que se ha avinagrado, mezclado con toques de salitre o pescado; no se cómo explicarlo.




 Aún así, pegadas la una a la otra hemos recorrido el lugar muy despacio, iluminando los rincones; sofás, alfombras enrolladas y empaquetadas, lámparas, toda clase de muebles y piezas de tela bien cubiertas de paños y plástico, todo empolvado pero en aparente buen estado. No hace frío ahí, ni tampoco calor, es como si no pudiera penetrar a ese lugar nada que, desde fuera, pueda molestar.

Estábamos admirando un cuadro con la imagen de un dragón con las patas delanteras en alto y un aliento rojo saliendo de sus fauces, a través de una gruesa capa de plástico, cuando hemos sentido el ruido de un bufido, o un suspiro o algo así que salía de la parte más profunda del sótano. Hemos dado un grito las dos a la vez y después nos hemos preguntado qué había sido aquello. Mira, le he dicho a Marcela, no pienso quedarme a verlo. Y hemos subido a toda velocidad la escalera. Al llegar al último peldaño me he dado un trompazo y ahora estoy aquí escribiendo con un moratón enorme en el muslo y la muñeca sujeta por una venda de presión.

Lo peor es que desde el día del bicho, vivo en una continua exaltación y miedo.

Pablo me ha contado, por fin, que anda detrás de un hombre que no es español y puede resultar peligroso. Me lo ha dicho a raíz de comentarle yo que siguen llamando al teléfono por las noches. Me ha pedido que tenga cuidado.

3 comentarios:

  1. No dejes de estar alerta. Suerte de disponer de ese sótano.
    Saludos.

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  2. San, Cuídate tu también y busca un lugar donde resguardarte. No lo tomes a broma, creemé.

    Un beso.

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  3. Hola, Blanca, qué miedo. Y si en tu sótano hay bichos, te vienes con nosotras aquí al pueblo, que en la bodega se está seguro y hace fresquito.

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