jueves, 30 de junio de 2011

Frutas, verduras y algún misterio


Poco a poco hemos organizado nuestras vidas, si es que a esto se le puede llamar organización y vida. Hemos reagrupado a la gente por familias o cualquier otro lazo que les una, incluso algunos se han añadido al grupo de sus preferencias. Santi tiene ya un pequeño, no quiero llamarlo ejército, de hombres decididos y dispuestos a todo. Yo indico lo que hay que hacer o no con relación a los asuntos de intendencia, el orden del avituallamiento para que a nadie le falte lo necesario porque otros acumulen egoistamente. Es humano desear todo lo necesario y más para los nuestros, pero el orden es fundamental cuando hay que convivir en una situación como esta.

Afortunadamente no estamos en la ciudad. Los pueblos son más fáciles para aprovisionarse; vaciamos el silo de la cooperativa y llenamos con el grano uno de los viejos almacenes, en la parte trasera de este enorme edificio. Ordené a un grupo de jovencitos que lo limpiaran bien antes. Este lugar era en su tiempo laboratorio y pequeño museo de ciencias, de eso hace mucho que no queda nada; abrimos las ventanas de par en par para que el grano estuviera ventilado y sin humedad, evitando así que se pudriera. Esta mañana, Carmen Sirgu, la panadera, supervisora de este lugar, ha venido a decirme que alguien entra por las noches y roba grano, no en grandes cantidades, pero deja las huellas en la parte alta del almacen; lo vio ayer y hoy lo ha confirmado viéndolo a través de una de las ventanas. Tendré que estar atenta a estas pequeñas cosas, porque por ellas comienzan las algaradas.


Santi se ha ido. Han salido de nuevo en busca de no se sabe qué, ese algo que nos amenaza y que aparece y se oculta cuando quiere. Es un animal o son varios, porque Pilar Lacuesta nos habla de pájaros enormes que atacan su pueblo que, aparentemente, estaba tranquilo ya que el parroco lo había rociado con agua bendita. Todo nuestro entorno está revuelto. Estoy preocupada por todos estos hombres que salen por ahí sin saber lo que les espera y con tan precario armamento para defenderse, pero lógicamente el que más me preocupa es él, que se ha hecho imprescindible en mi vida.

Hoy he hablado con mi madre, lo hacemos por internet porque es el sistema que mejor funciona, por no decir que va siendo casi el único. Siguen en el refugio donde les dejamos, pedí a uno de mis vecinos, que también decidió quedarse, que les ayudara en lo que pudiera y lo está haciendo, nunca se lo agradeceré bastante. Dice que Santander es un infierno, la gente ha asaltado los comercios y se ha apropiado de todo lo que pudiera venirles bien. Algunos venden estas cosas a precios desorbitados y nunca por dinero, sino por joyas y otros bienes que no pierdan su valor.

Esta noche quiero acompañar a Carmen en la ronda por el silo, a ver si así se esclarece quién es el desfachado que roba a escondidas.

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