lunes, 20 de junio de 2011

!Nos ayudan! El mago-guerrero del rayo rojo




Lo que tengo que contaros hoy será un poco largo, pero no puedo resumirlo más para que consigáis entender lo que nos ha pasado.


He estado dos día en cama, no he dormido ni puedo comer sin que me de una arcada. Lo que sucedió el otro día es algo que no se puede explicar claramente. Nos atacaba el Monoi, o sea la terrible Wang y nosotros corríamos desesperados; ella es enorme y corre mucho más así que nos alcanzó. Santi intentó enfrentársele para que pudiéramos huir los demás, pero no hay proyectil que pueda con ella. Me acordé de las palabras de  
Hidalgo en mi blog: nos decía que aunque no le maten, nuestras armas le causan dolor y eso no le deja concentrarse. Salí corriendo y a la vez que Santi disparaba yo le daba cortes con la motosierra, daba saltos como una endemoniada y chillaba de una forma horrible. Le dió un zarpazo a Santi y calló contra el saliente de una roca, quedando colgado en ella encima de un pequeño precipicio. No sabíamos a quién atender, si a la fiera o a Santi para ayudarle a subir. El guardia se lanzó contra el Monoi que seguía rugiendo y yo intenté agarrar a Santi; se me escurría con el sudor del miedo; cuando ya casi le tenía comenzamos a oír el ruido, sonaba a lo lejos como si fuera un tambor rítmico, miramos al cielo y vimos al helicóptero que movía sus hélices poderosamente. Se acercaba a toda velocidad.

Wang también lo había oído y levantó su inmensa cabezota para ver qué era, cosa que aprovechó el guardia civil para salir corriendo, no  fue muy lejos, el Monoi estiró su extremidad y aferró al pobre hombre fuertemente, ya iba a estrujarlo cuando desde el helicóptero salió un destello rojo que casi nos cegaba e impactó sobre la fiera, dándole en el pecho de lleno; comenzó a chillar tan fuerte que empezaron a caer algunas pequeñas rocas, desprendidas de los montes. 


Mientras el helicóptero ya había bajado casi a ras de tierra y un hombre con aspecto de nórdico se lanzó de él. Wang intentaba atrapar la nave con sus zarpas, distraído en ello, el recién llegado aprovechó para volver a lanzar aquella especie de luz roja, como si fuera un rayo, que dejó al Monoi atontado y como sin fuerza, entonces Santi y yo nos lanzamos como fieras sobre ella, yo con la sierra, lanzando golpes a diestro y siniestro y Santi disparando su pistola, como todo aquello servía de poco probó con la dinamita, lanzando unos petardos hacia su cara. Creo que lo único que le hico daño realmente fueron aquellos rayos intensamente rojos que tiraba nuestro salvador desde una especie de martillo que llevaba en la mano. Se lanzó después sobre ella, tenía que escalar por sus patas para llegar a su cara. El Monoi estaba medio atontado pero se revolvía aún con mucha fuerza. El  hombre llegó casi hasta su cara, ella daba zarpazos intentando quitárselo de encima, sin conseguirlo.
Yo seguía haciéndole grandes cortes en las patas, de los que empezó a brotar una masa espesa y maloliente que parecía más el devuelto de un borracho que sangre o algo aproximado.

Nuestro salvador alzó su martillo-arma y apuntó a la cara del bicho, a lo que parecía ser su nariz mejor dicho, y disparó una, dos, tres, cuatro veces… perdí la cuenta de cuantas
fueron. Y por fin vimos a Wang empezar a arrugarse, por las hendiduras brotaban una especie de gases mezclados con la baba asquerosa, ella chillaba enloquecida, pero no podía moverse sino muy despacio hasta que cesó; de sus ojos brotaban llamaradas que convertían el aire en un horno de calor intenso, poco a poco pareció que se desinflaba como un globo y ya se derrumbó, no sin antes hacernos correr como locos a nosotros, debido al volumen de su cuerpo que ocupaba un buen espacio. Estaba muerta ¡Había muerto! No lo podíamos creer.

Nos acercamos a nuestro salvador, estaba algo confuso pero sano. Se presentó como
Bjonuff  y nos informó que pertenecía al nuevo ejército; es una especie de mago guerrero que anda moviéndose para ayudar a la gente, en apuros con las fieras que se mueven ya por medio mundo.

Ha sido un milagro, nos hemos desecho de la fiera, nuestro salvador ha regresado al helicóptero y tal como ha llegado, ha desaparecido.

1 comentario:

  1. Hola, Blanca, soy Pilar: ¡qué bien! Nosotros en el pueblo ayer también matamos un monstruo. Pero aún quedan muchísimos.
    Besitos

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