viernes, 22 de julio de 2011

Destino, una incógnita más

Acabamos de parar, estamos cerca de Palencia, dormiremos en las ruinas que quedan del parador nacional un lugar que, en otros tiempos era precioso y ahora está totalmente destruído y terriblemente siniestro. Después de leer a Pilar hemos decidido que las carreteras principales no son seguras y además lentas. Por ello hemos llegado a Burgos y allí hemos tomado la carretera a Valladolid, atravesamos Palencia sin pararnos siquiera, en sus calles se habían montado una especie de barricadas en las que se refugiaba la gente. Llevamos un buen coche y algunos enseres valiosos y no queremos perderlos.

Seguiremos nuestra ruta dentro de nada, porque no queremos detenernos mucho en ninguna parte; nuestro deseo es llegar cuanto antes, porque seguramente toda ayuda será insuficiente. He conducido yo hasta aquí y ahora le tocará a Pablo, nos vamos turnando, Joaquín y Seve nos acompañan. Seve es el marido de mi amiga Mariuca que se ha ofrecido voluntario. Me ha costado convencer a Pablo, pero el hecho de que las esferas sean mías y la seguridad conque le he asegurado que tienen algún poder que yo solo manejo, le han convecido, eso y mi tozudez, que no es poca.

En C se han quedado los demás, Adrián, mi hijo mayor y Daniel, el compañero de mi madre y ella misma, nos han prometido que cuidarán a los niños y todo lo que surja por allí. Los demás querían venir, pero ya queda poco combustible y los coches no funcionan.

A medida que nos acercamos a Madrid el tráfico aumenta. Hemos dejado atrás Valladolid y Segovia y ahora pasamos de largo por la capital camino de Ciudad Real. Los coches circulan a cámara lenta, me recuerda a esas caravanas que veíamos en las películas de gente que huye de algún peligro. Los coches cargados hasta el límite con personas y cosas. Nuestra ruta está un poco más descongestionada, pero ya no está libre como antes. Todos miran a todos con desconfianza, así que hemos acordado turnarnos cada menos tiempo para poder seguir el viaje sin pararnos más que lo absolutamente necesario. Eso me permite ir escribiendo, de ese modo el tiempo se me hace más corto y la ocupación evita que le de más vueltas a la cabeza a todo lo que está pasando.

Estamos cansados y hablamos de parar a descansar en algún lugar protegido, antes de acercarnos al famoso paso donde se libraron tantas batallas. Nos acercamos a nuestro destino, aunque aún no sabemos muy bien cuál es.

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