viernes, 26 de agosto de 2011

Las fuerzas del mal cambian de imagen



De nuevo hemos salido huyendo, unos hacia el mar,el peligro que nos acecha esta vez es aterrador,nosotros hemos vuelto a nuestra posada de la Plaza Real apenas con un resto de aliento en nuestras gargantas y esta vez, afortunadamente, todos.

La razón de resguardarnos aquí ha sido la necesidad de recargar nuestros ordenadores de energía y establecer unas conexiones más duraderas. Sergio, uno de nuestros hombres de la mano vacía ha conseguido comunicar nuestra posición con el velero de Ruiz Mateos que sigue fondeado en el puerto y este lo hace con las posiciones de Pilar y Rosario y así sucesivamente. De esa forma todos conectamos con todos y en caso de verdadero peligro podremos acudir a ayudarnos.

Nos vamos a nuestro destino, lo hacemos apresuradamente y aprovechando la luz del día y la lluvia de tormenta que cae en este momento. Lo que nos sucedió ayer fue algo espantoso. Recordareis que íbamos por entre calles todos juntos y empezamos a notar un olor nauseabundo; no tardamos en saber a qué se debía. Bajábamos hacia la costa cuando Grecia ha dado un alarido que nos ha hecho frenar en seco, cuando la he mirado sus ojos espantados estaban fijos en el arenal y con mano temblorosa señalaba hacia él balbuceando:


- Ya llegan, por allí vienen. Las ánimas nos buscan y nadie podrá ayudarnos, no habrá un lugar en el que podamos escondernos.

Me agarró temblorosa como si fuera un salvavidas. Cuando me he vuelto a ver de lo que hablaba los he visto. Subían colina arriba con andares torpes y el cuerpo como si fuera de goma, ladeándose de un lado a otro, no les veíamos bien la cara, pero creo que no tenían ojos y sus bocas colgaban como trapos sobre sus barbillas, babeaban.

- ¿Qué es éso, ¡por dios!
- ¡ Zombies, son zombies! – ha gritado alguno del grupo

No me lo creía, no existen los zombies ¿o sí? Desde luego aquellos seres repelentes lo parecían. Hemos dado la media vuelta y subiendo de nuevo cuesta arriba mirábamos atrás y les veíamos caminar hacia nosotros como auténticas sombras de otro mundo. En un momento dado sentimos sus lamentos, pronunciaban palabras inconexas con voces lúgubres. Hemos echado a correr, ya ni siquiera mirábamos atrás, todo nuestro afán era llegar al lugar del que veníamos.

- Seguid vosotros – he dicho y aunque no querían dejarme allí, les he dado de nuevo la orden, me han mirado extrañados pero me han obedecido.

He trepado a una especie de terraza que mira al mar de esas con bancos de madera para contemplar las puestas de sol en las noches cálidas, me he subido en uno de ellos y he concentrado toda mi energía en un deseo: ¡Fuera! Lo he deseado con tanta vehemencia que creo que se han alejado de mí todos los elementos vivos que me rodearan. Pero ellos están muertos, son cosas, hieden y no me escucharon. Me dolía la cabeza, sentía en mi estómago un nudo que subía hasta mi garganta ¡voy a devolver! No, ahora no puedo entretenerme en esas cosas.

- Atrás seres de ultratumba, retroceded si no queréis que todos los dioses de Asad se levanten contra vuestro inútil poder con toda su fuerza y magnificencia: ¡Tremunti, icesmo antirum …. Pumne … Pumne.

Aterrorizada vi que mi conjuro no servía de nada, las sombras seguían su estúpido avance como si nada pudiera detenerles. He pensado de pronto que tal vez el fuego o la luz podrían detenerlas. Eso suele pasar en las películas. He cortado dos ramas escuchimizadas y secas y las he prendido fuego con mi mechero. ¡Ah! ¡!Retroceden!!
Han frenado en seco su marcha y de sus gargantas, o lo que tuvieran, han brotado alaridos de terror …. Se han ido, han desaparecido entre las dunas como si estas se los hubieran tragado, absorbido. No me he parado a mirar más, he salido corriendo con esa sensación horrible de que algo te persigue pisándote los talones, era el miedo el que me seguía, así que mi carrera no ha parado hasta llegar al lugar en que me esperaban.


Hoy hemos sabido que aparecieron más por la isla, las fuerzas del mal nos atacan de una nueva manera, buscan sorprendernos disfrazadas pero sabemos que son ellos, los de siempre, los sicarios del Rey. Ha habido algunas bajas, hombres y mujeres que han muerto atrapados por los muertos vivientes. Los matan, no se molestan en transformarlos en semejantes, no los necesitan. Nadie ha podido matar a ninguno, no pueden morirse, ya están muertos. Solo el fuego, el fuego los atemoriza y he comunicado a todos los grupos de ello y de que tal vez eso los destruya, así que deberán llevar siempre teas para poder encenderlas cuando vuelvan.

También hemos sabido que hay alguien que persigue a Brau en el otro mundo, seguramente será el Rey que no quiere dejarle volver al de los vivos, Brau ve imágenes de acecho y sangre y afirma que la sombra oráculo de Hidalgo, perdida hace tiempo, desea hacerse de nuevo de carne; miedo me da pensar que lo haga a través de la carne de otros. Este es un nuevo peligro del que tendremos que protegernos, no se de que manera, pero si es necesario volveré a usar mis poderes, tal vez enferme, pero el mundo peligra.

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