domingo, 28 de agosto de 2011

El misterioso hombre de las palabras enigmáticas



Estoy perdida, no físicamente desde luego, se muy bien dónde estoy y porqué, pero tengo esa sensación de vacío que precede a una tormenta. Me siento sola, aquí entre tanta gente y deseo algo que me haga olvidar tantas pérdidas, tanta lucha y la ausencia de mi gente. Esta tarde-noche he salido a inspeccionar los alrededores del fortín, conviene conocer bien el terreno que pisamos, he bajado al acantilado y por él he llegado a una pequeña cala, más bien diría que es un entrante que queda al descubierto entre las rocas. Siempre me han gustado los baños a la luz de la luna y hoy brilla espléndida en el cielo oscuro. No he mirado si había alguien por allí y tampoco he pensado en el peligro que corremos cuando salimos de nuestro refugio, ya he hablado de mi estado ausente. Me he quitado la ropa y me he lanzado al agua sin pensarlo siquiera. Estaba fría, pero no tanto como para privarme del placer de nadar.

Cada brazada era un nombre y cada nombre un deseo, me he alejado de la costa lo suficiente como para sentirme libre y sola, flotaba mirando al cielo dejando que el movimiento del agua rozara mi cuerpo suavemente cuando alguien me ha empujado por detrás hundiéndome en ella un poco. He gritado asustada, mi corazón ha empezado a palpitar rápidamente, primero por el miedo, después porque unos brazos me rodeaban por la cintura y me atraían hacia el cuerpo de un hombre al que no veía en la oscuridad.
Le he dejado hacer, primero oponiendo un poco de resistencia, después cediendo a su ímpetu me he dejado llevar. Hemos jugado con tanta alegría que mi corazón ha olvidado todo pesimismo, él era suave y firme y después me ha llevado hacia la orilla. Allí le he reconocido, era Markel mi motero preferido que, al parecer, vigilaba la costa y me ha visto bajar a ella. No han hecho falta palabras, ambos sabíamos que eso tenía que pasar y ha pasado.




Esta mañana me ha sucedido algo bien diferente. Bajé hacia el Hotel de la Plaza Real, todavía no se para qué, ya que todos nos hemos refugiado en la fortaleza. Quería comprobar que aquellos seres horribles habían desaparecido totalmente y también si habían dejado algún rastro visible. Iba sola. Ahora la soledad es mi compañera, no quiero volver a sentir lo que he sentido, es doloroso perderlo. Markel ya lo sabe, se lo dije ayer: esto es todo lo que puedes esperar de mí, me gusta estar contigo. Punto.

Subía por la cuesta que lleva a la Plaza cuando he oído un siseo en una de las callejuelas laterales. No veía a nadie y sin embargo, alguien seguía siseando intentando llamar mi atención:

- Mujer, mujer… ¿Tu eres la llamada Blanca, a la que en Asad conocemos por Brígida, semejante a la diosa celta guardiana y protectora. Eres tú la mujer fuerte y sabia, a la que invocan en las situaciones difíciles?

Me acerqué, un poco temerosa porque aquella voz era ronca y apenas audible. Un hombrecillo extraño me hacía señas con una mano huesuda atrayéndome hacia la oscuridad del callejón. Me quedé en la entrada prudentemente y le pregunté que quería.

-Tengo un mensaje para ti.
- ¿Un mensaje de quién?

- Me han enviado para que te diga esto: "Ellos yacen eternamente, no están muertos, pero incluso los no muertos pueden morir. La solución está en el polvo esteril".

- Pero… ¿quién te envía?
- Piensa, piensa… yo ya he cumplido.



He querido atraparle pero ha desaparecido de repente. Me hubiera gustado interrogarle, incluso habría llegado a ser dura por saber quién le enviaba y para qué. Por un instante he pensado que alguien quería tomarme el pelo, luego me he preguntado quién podría tener ganas de gastar bromas en esta situación. Me he repetido la frase varias veces para memorizarla, no quería olvidar ni una sola de las palabras. Luego me ha parecido que eran palabras que ya había oído o leído en alguna parte. Puede ser, siempre me han gustado los enigmas.


1 comentario:

  1. Los misterios continuan Blanca, ¿llegará el final?
    Buenos relatos Blanca.
    Un beso.

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