domingo, 25 de septiembre de 2011

Extraña es la voz que me seduce


Cabalgo sobre el Monoi, mis manos aferradas a las ásperas espinas de su lomo resbaladizo y húmedo; me siento segura porque conozco mi poder sobre los dragones, ellos arrasan el mundo y yo los domino a ellos. La voz me llama en dulce susurro, me pide que vaya, me empuja hacia un camino que desconozco y me promete grandes cosas cuando llegue a mi destino. Las alas del dragón me arropan como los brazos de un hombre, siento un frío helador que llena mi corazón de zozobra. La voz me habla de un mundo nuevo, de poder y de gloria y parece ofrecérmelo todo si llego pronto al centro del mundo real.


Estoy soñando.

Por fin hemos vuelto al camino. Dejamos atrás los bosques franceses, marchamos rápidamente hacia el norte, la frontera alemana está próxima, debemos cruzarla en dirección a Berlín, queremos llegar a Stuttgart cuanto antes para volver a aprovisionarnos y descansar por lo menos un día adecuadamente. Empiezan a fallarnos las fuerzas, pero yo estoy poseída por una extraña determinación que me empuja hacia nuestro destino: Berlín.

Hemos dejado las carreteras principales y avanzamos por caminos comarcales. Hay movimiento de grandes grupos de demonios que huyen veloz y desordenadamente, no parecen llevar el mismo rumbo, más bien van a la desbandada. No queremos pararnos ni un instante para poder pasar la noche en la ciudad resguardados y no a la intemperie; Grecia asegura que hay un gran peligro que nos acecha y sacando su blog de notas me enumera las razones que avalan esta afirmación: la destrucción que nos rodea, los diablos huyendo, el monoi sin evolucionar que dejamos medio muerto y otras más contundentes, Sergio, nuestro encargado de transmisiones afirma que él también siente que vamos hacia nuestra perdición, yo no escucho sus palabras, mi determinación es tan grande que no pienso en los peligros a los que les expongo. Debo llegar a Berlín, es mi destino.

Todo está silencioso por las calles de Stuttgart, es como si hubiera pasado uno de esos huracanes con nombre femenino por allí, tejados levantados, escombros y cristales rotos, tiendas saqueadas, basura maloliente por todos lados y ni una sola persona que se cruce en nuestro camino. Es como si todos hubieran abandonado la ciudad. Nos dirigimos hasta nuestro lugar de contacto: Stiftskirche, una de las Iglesias protestantes de la ciudad. Allí nos esperan Joaquín y su grupo, con los que continuaremos el resto del camino. Me preocupa cómo podremos reunir todo lo que necesitamos en una ciudad en plena descomposición como esta. Confío en la pericia de los hombres de Joaquín para conseguir cualquier cosa en cualquier situación.
Jokin está irreconocible, ha perdido mucho peso y su pelo se ha teñido de blanco por las canas. He visto en sus ojos mucha desesperación y en su boca un gesto de cansancio, pero nos hemos abrazado entusiasmados porque hacía mucho que no nos veíamos. Sus hombres han salido de caza, él y yo nos hemos tomado un cuenco de una especie de grapa o aguardiente que me ha dejado sin respiración, pero quiero perder un poco el control y olvidar todo esto. Me he refugiado en sus brazos creo que buscando un poco de calor humano y mirando al cielo opaco y nuboso nos hemos contado nuestras peripecias. Le he hablado de mis extraños sueños, de la voz que me habla en mi cabeza y me empuja a seguir un camino que tal vez no nos conviene. Estábamos allí, olvidados de todo, cuando ha llegado Sirón, uno de los mano vacía de Joaquín, muy agitado y pálido como un muerto. Es uno de los que han salido en busca de alimentos:




-¡Jefe, jefe! Es horrible, no puedo creer aun lo que hemos visto, no puede ser verdad pero no lo he visto solo yo…
-Venga, tranquilízate Sirón y tómate un trago. ¿Qué es eso tan horrible que has visto que aún puede sorprenderte y asustarte tanto.
- Jefe, hemos hecho lo que nos ordenaste, bajamos por las alcantarillas y seguimos por los túneles que se adentran por la ciudad, tienes razón allí se esconden muchos y la gente se mueve de un lado a otro ofreciendo lo poco que tienen a cambio de lo que a ellos les falta. Esta vez hemos descendido a lo más profundo de este conglomerado, hemos encontrado una entrada que no habíamos visto estos días de atrás, bajaba muy rápidamente, a medida que hemos avanzado nos ha llegado un olor terrible, como si fuera el lugar donde se reúnen todos los excrementos de la ciudad, no solo sentíamos ese olor, también podíamos escuchar unos lamentos terribles, como de almas en pena… hemos salido corriendo, señor. No puedo explicar con palabras lo que hemos visto allí….

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