jueves, 20 de octubre de 2011

El principio del fin

Imagen del blog de Serenísimo






Birbag me mira y a veces me parece que está preocupado por mí. No puedo casarme con este hombre que no lo es, no debo olvidar que es un demonio, el rey de las tinieblas y que el que se me ofrece a mí, poco tiene que ver con su verdadera naturaleza. He mandado a mi monoi que salga y cuide mi balcón porque tengo un presentimiento y sé que algo malo va a suceder.

Miro al cielo azul y transparente allí donde se juntan constelaciones, astros y estrellas, a mi reino de Acab donde estuve un día, hace ya tanto tiempo, cuando estaba muerta. Conservo mi poder y sé que si hago mi petición con suficiente fe y fuerza, se me concederá. Quiero desaparecer de aquí sin que hacerlo cueste de nuevo más sangre. He colocado cruzando mi espalda a Halge mi arco y en la cintura el cuchillo y la espada de metal fundido en las minas en lo profundo del reino de Acab. He prevenido a Birbag de que debía seguirme en todo momento y he abierto la puerta.

La mano me ha sujetado con fuerza, apenas he podido poner un pie fuera de la pieza y ya estaba de nuevo dentro, empujada con gran fuerza por Pabrich.

-¿A dónde crees que vas? – me ha preguntado y su cara era ahora la del Dragón y sus ojos ardían rojos de sangre - ¿por casualidad tratas de huir, querida mía. Vengo a ti como un novio excitado y nervioso, esperando encontrar a su amante en ansiosa espera y te encuentro dispuesta a abandonarme.

- ¡Oh! No, no, solo iba a pasear al jardín, tengo muchas cosas en que pensar – he balbuceado nerviosamente, intentando ganar tiempo.

- No trates de engañarme, sé que te ibas, o al menos que ibas a intentar hacerlo. ¿No soy lo suficiente para ti, preferirás uno de esos mequetrefes que se arrastran enseguida pidiendo clemencia cuando voy a sacrificarlos? ¿No quieres pertenecerme, dejar que mi mente domine la tuya y convertirte en una obediente esposa?

Ha lanzado una horrible carcajada que se ha expandido en eco por las paredes de la enorme habitación. Se estaba acercando tanto a mí, con aquella cara asquerosa, la boca retorcida y el aliento fétido, que le he empujado violentamente. No se esperaba mi gesto y durante un par de segundos ha perdido la noción de las cosas. Primero me ha mirado con tal incredulidad que su cara era un poema, pero pronto la ira la ha transformado en una máscara de violencia y crueldad. Me ha tomado por el pelo y me ha tirado contra la cama, luego ha dejado sus armas y se ha lanzado sobre mí.

Hemos comenzado un terrible forcejeo, intentaba forzarme, en su cara una mueca de locura y odio y toda la fuerza que este proporciona. Yo me he revuelto, he rodado de un lado a otro, pero sabía que estaba perdida. Toda mi rabia ha salido por mi boca en un rosario de improperios y juramentos hasta que me he dado cuenta de que eso aún incrementaba su desvarío. Entonces sin que lo esperara me he quedado quieta, totalmente derrumbada y sin resistirme. La sorpresa lo ha detenido y cuando ha visto que no me resistía más, ha comenzado a besarme y a desabrochar mi ropa. Entonces, cuando ya no lo esperaba, o eso creía yo, me he lanzado sobre la mesita en busca de su cuchillo. No me ha servido sino para que su rabia aumentase, hemos vuelto a forcejear y el filo de la daga se ha vuelto contra mí pinchando mi garganta poco a poco, en su cara un gesto de satisfacción y locura, en la mía de dolor y pánico.


De la Red

Y entonces ha sucedido, alguien se ha lanzado desde la ventana y se ha situado a la espalda de Pabrich intentando separarle de mí. Sus manos se han enredado en la melena del Dragón y dando fuertes tirones ha conseguido alejarle, el demonio chillaba como una fiera y su rabia ha llegado al paroxismo. Se ha dado la vuelta violentamente y ha clavado el cuchillo en el vientre de mi salvador…. No, no era salvador. Bajo el traje de Tyvek se encontraba ¡Pilar! Y en este momento parecía a punto de morir. Pabrich se ha vuelto hacia mí y he visto en sus ojos su deseo de matarme.

Estoy aquí contando esto, luego no he muerto. Aún no estoy demasiado segura, porque puede que haya vuelto a Acab y estoy esperando a que los dioses me den la bienvenida. Pero no, sé que Birbag ha aparecido de pronto a mi lado, me ha empujado hacia su cuello y me ha sacado de allí, justo cuando el Dragón iba a rajarme. Cuando he podido darme cuenta de que estaba a salvo ya me había depositado sobre la hierba, lejos del palacio real y rodeada por un grupo de gente.

- ¿Dónde está Pilar? ¿Por qué no está aquí?

La que preguntaba era Rosario, alarmada porque su querida amiga no venía con nosotros. Cuando le he dicho que ha muerto y que me ha salvado la vida, se ha lanzado a correr por el campo como una loca, gritando desesperada el nombre de Pilar y tirándose de los pelos.
Estoy muy cansada, apenas puedo mantener los ojos abiertos. Pilar ha muerto, yo estoy a salvo y aún vive el Dragón, sigue siendo el Rey de este reino maldito. Hemos de acabar con él.

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