jueves, 21 de abril de 2011

Un día especial



Ha sido un día curioso, hemos bajado a la playa, no es que hiciera un día muy soleado, pero se estaba bien y los niños querían jugar con su padre al futbol. Yo he hecho flanes con Carlota y de paso me he recreado con el mar, azul del reflejo del cielo. A eso de las doce y media Pablo y los niños se han ido a donde Blasa a comprar los quesillos que hace, blancos, planos con unas ligeras muescas en los bordes que hay que comer en el día y son deliciosos. Yo quería estar sola un rato, así que les he dejado por el camino y me he encaminado hacia la Universidad.

Allí arriba, en la colina se estaba bien, soplaba una brisilla muy agradable, así que me he sentado en un banco de piedra por la fachada trasera, mirando al mar y a la playa allá abajo, que ya a esas horas se había llenado de gente. He podido pensar en Pablo y su viaje a Burdeos, no tengo derecho a dudar pero el caso es que dudo. No es solo por este viaje sino por otros pequeños detalles que se van acumulando y empiezan a preocuparme.

Estaba tan ensimismada que no me he dado cuenta de que alguien me estaba mirando.

- ¿Blanca? ¿eres tú? !Cuánto tiempo sin verte!

He puesto mi mano sobre mis ojos a modo de visera y he mirado a quien me hablaba.

- !Santi! que sorpresa, no te había visto.

- Como vas a verme si estás ahí como ausente.

Me he levantado y nos hemos abrazado. Todos los recuerdos de mi adolescencia y juventud me han asaltado de pronto como si fueran cosa de ayer. Santi, Mercedes, Felipe, Juncal ... toda la pandilla y aquellos lugares queridos por los que corríamos y donde celebrábamos merendolas y guateques. Santi, Santos Herrero Bretes, mi primer amor, el que nunca se olvida.




Ha sido un día especial, se ha sentado a mi lado y hemos charlado hasta perder la noción del tiempo. Siempre pudimos hablar, contarnos preciosas cosas que llevábamos en el fondo del corazón, como si supieramos que nadie más podría entendernos. Hoy le he mirado a los labios, puede que más de lo prudente, pero no podía apartar de mi el recuerdo de aquel primer beso y de lo que sentí al recibirlo y darlo.

Me ha preguntado por Pablo y los niños y cuando le he dicho que el sábado se va, hemos quedado en que tomaríamos el aperitivo juntos en el bar de siempre, que aunque algo cambiado, sigue estando en su lugar, como entonces.

No se por qué he aceptado, aún me lo pregunto. El caso es que lo he hecho.

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