viernes, 15 de julio de 2011

Blanca Cueto - Diario del camino

(Imagen del film Camino a la Libertad)




Escribo desde el computador de nuestro amigo francés, hace días que no os contaba lo que está pasando. Hoy os dejo aquí una especie de diario que, como os digo en él, empecé a escribir cuando partimos:


 Martes - primer día del viaje

Estamos en camino, me he traído un cuaderno y un bolígrafo e iré anotando lo que nos vaya sucediendo hasta el momento de volver, si tenemos suerte. Hemos cogido el 4x4 porque es el coche más fuerte y seguro de los que tenemos en C, llevamos un buen acopio de combustible y nuestras armas. Nos acompaña Joaquín Silván, compañero de estudios de Santi y vecino nuestro en C.  Hemos madrugado y de momento no ha sucedido nada importante. Por algunos pueblos hemos encontrado gente durmiendo en los coches, como si estuvieran dispuestos a salir rápidamente del lugar si algo pasaba. La mayor parte de las pequeñas casas parecen haber sido derribadas por alguna fuerza bruta.

Paramos en una gasolinera que estaba abierta, no por necesidad de gasolina sino por ver qué decía la gente por aquí y preguntar si estaba muy peligroso el acceso a B y el resto de la autopista, por si convenía ir por la carretera, más larga, sinuosa y estrecha pero quizá menos peligrosa. Escribo ahora sentada en el coche, no quiero que se me olvide nada, os lo contaré cuando me sea posible.


Miércoles – Está lloviendo, estamos tristes

Salimos desesperanzados de la gasolinera, allí no había combustible alguno solo varias personas que se habían refugiado en ella a la espera de acontecimientos. Carecían de casi todo y nos hablaron de pájaros terriblemente violentos que habían atacado al ganado en el campo y a las personas en los pueblos. Aparecían y desaparecían indiscriminadamente y eso era aún más aterrador. En un pequeño pueblo del camino nos hablaron de los nidos. Les mentimos diciéndoles que no sabíamos nada de nido alguno y nos miraron extrañados pensando, tal vez, de dónde vendríamos. Al parecer habían surgido nidos enormes encima de los campanarios de las Iglesias y de los viejos edificios medio en ruinas, como si fueran nidos de cigüeñas, pero no eran eso sino nidos de pajarracos que empollaban sus huevos. Habían intentado destruirlos pero era entonces cuando las hembras de aquellos bichos, se enfurecían y los atacaban a muerte.

Seguimos el camino, hemos atravesado todo E y ahora nos dirigimos a N para llegar a H y subir a las montañas. Esperamos que nuestra cabaña de ski siga en su sitio y podamos quedarnos en ella los días que necesitemos para nuestra aventura.


Jueves – María se cruza en nuestro camino

Al atravesar P hemos visto gente tirada por las calles, algunos están muertos y otros a punto, estos últimos se mueren de hambre y consunción. Resulta duro contemplar esta miseria, pero no podemos hacer nada, son demasiados. Tenemos prisa, a medida que vemos lo que sucede, nos damos cuenta de que tenemos que hacer algo rápidamente. Hidalgo piensa que tal vez consigamos detener esto con esa piedra o algo similar que quedó oculta en el cráneo del Monoi que matamos.

A la salida de P solitaria en medio de la carretera nos encontramos a María. Parecía un fantasma, la ropa hecha jirones, el andar vacilante y los ojos macilentos y tristes. Dudamos un momento, pero luego, con mucho cuidado, paramos el coche y le hicimos varias preguntas. Estaba sola y perdida, nos dijo, no tenía nada que comer y tenía mucho miedo. Nos costó decidirnos pero esta vez nos fue imposible pasar de largo; la subimos con nosotros y la llevamos todo el día. Dormimos los tres en el coche, ella detrás y nosotros reclinamos los asientos delanteros, Joaquín se ofreció para dormir en el pequeño igloo que siempre llevamos en el maletero; cerramos bien ventanillas y seguros e intentamos descansar.

Aún había niebla y no había amanecido cuando nos despertamos. Miré atrás a ver si María aún dormía y entonces vi que no estaba. Pensé que había salido al bosque a descargarse y esperé un poco. Cuando vi que no volvía desperté a Santi.

-    Esto me huele muy mal nena
-    No seas mal pensado
-    Ojala tengas razón, mira a ver si todo está en su sitio

Desgraciadamente Santi tenía razón. Nos ha robado todo lo que ha podido cargar y parece que ha sido bastante. Nuestras provisiones han quedado reducidas a casi nada  y nos falta un bidón de gasolina. Supongo que con su carita de niña buena se dedica a engañar a los pardillos que, como nosotros se sienten obligados a ayudarla.


Viernes – juramentos y quejas

Santi lleva jurando en hebreo desde ayer. Se ha vuelto quejica y malhumorado, creo que son las preocupaciones. Tenemos que encontrar pronto un lugar en el que aprovisionarnos de nuevo y eso es más que difícil ahora. Estamos ya cerca del refugio. Este lado está peor aún que lo anterior, se ve que ha habido alguna catástrofe terrible y apenas se ven gentes en ningún lado. Somos los únicos locos que andan por aquí, aunque también es cierto que este siempre ha sido un lugar solitario.

La casa de nuestro amigo francés está vacía, se ve que nadie ha vuelto a ella después de nuestra batalla contra el Monoi. Lo que si había en su despensa era una buena provisión de conservas y embutidos caseros colgados del techo. Algunos botes de leche en polvo y condensada, café y en un arcón de congelar, piezas de carne y pescado duras como una piedra. Es como si se nos hubiera aparecido dios. Santi ha cambiado su cara inmediatamente y ahora parece liberado de un peso.




Sábado- Nuestro hallazgo

Subimos por el camino de la otra vez, todo parecía tranquilo. Incluso conseguimos disfrutar del paisaje que por estos lugares es impresionante y de una gran belleza. Las cuevas parecían tranquilas, creo que desde que nos fuimos nada ha cambiado, solo algunos pequeños detalles insignificantes. En la caverna de los huevos, donde matamos al Monoi olía espantosamente mal. Casi no pudimos entrar del hedor asqueroso. Santi me ordenó ponerme mi foulard como mascarilla, el hizo lo mismo y así pudimos controlar la nausea. El cadáver estaba tal como lo dejamos, nadie parecía haberse acercado por allí y no nos extrañó nada porque estábamos a punto de desmayarnos del asco que sentíamos.

Santi puso la motosierra en marcha, Hidalgocinis nos había dicho que lo que buscábamos debería estar en la cabeza del monstruo, así que Santi trepó a un saliente de la roca que quedaba cerca de la misma y la serró sin más miramientos. Un líquido blancuzco se deslizó del boquete, más nauseabundo aún si cabe que todo lo demás. Un trozo del cráneo rodó por el suelo con un ruido sordo y acto seguido los huesos se deshicieron como si fueran polvo. En el centro de la sesera, entre aquel líquido pegajoso asomaba una bola no demasiado grande, como una pelota de rugby o algo así, de color oscuro. Nos miramos sorprendidos los tres y comentamos que había sido una locura arriesgar nuestras vidas por algo tan tonto. Así y todo Santi metió la mano, con un respingo, entre aquel líquido y tiró de la esfera. Estaba sujeta por algo o pudiera ser que estuviera pegada por el mismo fluido. Santi fue drástico, puso en marcha de nuevo la motosierra y rebanó pequeños trozos hasta que consiguió liberar aquella cosa, la arrancó definitivamente de entre los sesos y la metió en su mochila, sin siquiera mirarla más.

Devolvimos con grandes arcadas al salir al aire libre. Santí temblaba de asco por aquello que llevaba pegado en sus manos. Bajábamos hacía el llano, Joaquín tenía que ayudarle a caminar, porque estaba como pasmado,  cuando encontramos un regato que bajaba de la montaña, deshielo de las nieves perpetuas de la cara norte. Nos lavamos, Santi se frotaba las manos como si estuviera contaminado por un virus mortal. Lavamos la bola con mucho cuidado y entonces vimos que era como una especie de diamante sin tallar, opaca y sin brillo, pero con una transparencia misteriosa y bonita. Yo no la había tocado aún y le pedí que me la dejara. No sabíamos bien qué era y qué había visto Hidalgo en sus sueños que podría aportarnos en nuestra lucha. De pronto mis manos empezaron a sentir un calor que empezó a extenderse por mis brazos y mi torso. Fue algo extraño que hizo que dejara caer la piedra al suelo sin darme cuenta. En el lugar donde había caído se hizo un círculo de hierba quemada que arropó a la esfera. Volvimos a guardarla en la mochila, el boquete quedó allí como muestra, cuando volví la vista atrás, vi que aquel hueco brillaba de manera extraña.

No estábamos lejos de nuestro refugio cuando sentimos que la tierra temblaba como si alguien la golpeara rítmicamente. Los árboles se agitaban y paraban y los pájaros y otros animalillos del bosque se pusieron en marcha como huyendo de un terremoto o algo similar. Recogimos nuestras escasas pertenencias, tontamente cerramos todas las contraventanas y puertas de la cabaña, como si eso fuera a servir de algo si nos atacaban, y decidimos quedarnos, hasta nuestro regreso, en casa de nuestro amigo francés que era mucho más consistente y segura que la nuestra. Además allí podríamos hacer nuestra primera comida caliente en muchos días.

Por la noche, pude darme cuenta de que algo en la mochila de Santi despedía un brillante destello de luz azul, que parpadeaba intermitentemente. Sentí verdadero terror, porque entonces supimos que aquello tenía vida, no se que clase de vida, pero estaba vivo y era imposible saber de dónde venía y cual era su cometido.

Hemos cenado un buen filete, a pesar de todo me ha sabido a gloria. Me voy a dormir junto a Santi, como siempre me siento segura con él. Mañana a primera hora nos vamos de vuelta.

1 comentario:

  1. Me alegra saber de ti, Blanca. Te leo, y en estos momentos hasta casi te veo, en la distancia. No sé qué decirte, mi mente ahora mismo no se centra mucho en nada. Estamos en guerra. Cuídate mucho.

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