lunes, 1 de agosto de 2011

El caballero Hidalgocinis y su ejército

Ayer, por fin, llegamos a Santa Elena, lugar donde debíamos reunirnos todos. Hay mucha gente, tanta que apenas había espacio para más tiendas; al final encontramos un buen sitio para montar las nuestras y una vez hecho me dediqué a mirar entre la gente a ver si podía reconocer a alguno de nuestros amigos.

Llevo la cinta blanca en mi frente, lo mismo que todos los de mi grupo, por eso busqué entre tantas cabezas anónimas alguna que luciera el mismo distintivo. Entre un grupo de moteros de aspecto pavoroso, con cintas negras en sus cabezas, pude distinguir las blancas de dos mujeres que parecían ser las jefas del grupo. Como leí que Pilar se había unido a unos motoristas, he deducido que eran ella y Rosario, pero estaban rodeadas de mucha gente y a bastante distancia y era de noche, así que no nos pusimos en contacto con ellas.

Este lugar es una hermosa llanura en medio de un bosque de rocas y montes, estaba impaciente y trepé a una de ellas, ante el disgusto de Pablo que no quería que me alejase. Pero yo deseaba encontrar a los nuestros entre todos aquellos humanos enfebrecidos. Un hombre cabalgaba sobre un caballo precioso, montando sobre una extraña silla y llevaba su cinta blanca. Iba rodeado de otros que parecían protegerle. Imaginé que era Hidalgocinis, el que tantas veces había surgido en mi blog para avisarme de los peligros que estaba corriendo. Hice señas con los brazos, pero estaban demasiado lejos y rodeados de demasiada gente. No me vieron.

Hoy hemos decidido permanecer cerca, pero anónimos; no sabemos quien manda en nuestro grupo si Hidalgocinis o Rolando o quizá Rebeca que esta abducida por el Nuiz de Hidalgo y ahora tiene el don especial. Esperamos pacientemente a que nuestro lider nos hable y nos diga qué tenemos que hacer y dónde. Estamos dispuestos a seguirle ciegamente. Aún llevo en mi mochila mis esferas del Monoi, tengo que saber si tienen algún don especial, si es cierto que estas sensaciones que me asaltan de vez en cuando provienen de ellas y estoy segura de que Brau o Hidalgo saben algo sobre ello.

Aún esta mañana sigo observando a nuestra gente moverse para agruparse, si todo va bien haremos lo mismo para saber cual es nuestra misión, de momento sigo descansando para olvidar mis males e Ingrid reposa su pie que aún no ha mejorado del todo.



Joaquín y Pablo tratarán hoy de ponerse en contacto con Rolando o tal vez con Hidalgo para que sepan dónde nos encontramos.

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