lunes, 29 de agosto de 2011

Los últimos reducidos a polvo





Nos hemos reunido con el grupo de Pilar; para mi sorpresa y alegría, ellos han acabado con los zombis en el último ataque que tuvieron, fue suficiente rebanarlos en finísimas rodajas y !se acabó! Don José María estaba eufórico por la satisfacción de haber llevado a cabo la hazaña y yo creo que un poco también porque la cercanía de Pilar le ha devuelto a la juventud.

Hemos regresado a casa alegremente no hace mucho, bajábamos desde el Ayuntamiento cada uno en la dirección de su refugio, Rosario me ha dicho que no estaba muy segura de que todo esto haya acabado, sus presagios siempre la tienen alerta. Ha ido anocheciendo, ahora el sol se pone más pronto, se está acabando el verano. Charlábamos sin preocupación porque, al parecer, los secuaces del Rey se han tomado unas vacaciones y a nosotros nos viene bien que los zombis desaparezcan y nos dejen en paz.

Nada de eso, Grecia ha dado un chillido que creo que lo habrán oído hasta en la Península, luego todos nos hemos puesto a correr en todas direcciones. Por la cuesta subían torpemente un grupo reducido de zombis susurrando una salmodia ininteligible. Ya me parecía a mi que había resultado demasiado fácil acabar con ellos.

- No os separéis - He dicho a mi gente - Todos juntos y no os refugiéis detrás de cristaleras, resguardaros en lugares con paredes de cemento, no os acerquéis a ellos.

Afortunadamente estos seres caminaban lentamente; me he desprendido de todo lo que pudiera pesarme o entorpecer mis movimientos, Grecia, Markel y los moteros han hecho lo mismo; menos mal que siempre llevamos nuestras espadas de romanos al cinto, es como una especie de uniforme obligatorio. Nos hemos lanzado todos a la vez contra ellos.

- No os acerquéis demasiado, que no puedan tocaros, intentad cortarles con las espadas, cuantos más cortes más pronto desaparecerán.

No se cuantos mandobles habremos dado, Sixto, uno de los moteros ha tenido la peor suerte, se ha tropezado y ha caído al suelo, uno de los zombis lo ha puesto en pie y con una facilidad asombrosa lo ha tomado por la cabeza,se la ha retorcido y le ha desnucado. Ha quedado allí tendido como un guiñapo, no se ha vuelto a levantar, estos zombis no hacen proselitismo.


La rabia nos ha dado fuerzas, cortábamos, golpeábamos, retrocedíamos y volvíamos a la carga. Hemos acabado con todos. Nos hemos detenido espectantes esperando verles levantarse de nuevo, tal como se espera de un zombi. Para evitarlo definitivamente he prendido fuego a todos esos cuerpos hediondos, la humareda olía horriblemente mal, cuando han quedado reducidos a polvo he recordado las palabras del viejo y he mandado recoger las cenizas, nos ha costado bastante amontonarlas todas, las hemos depositado en uno de los camiones de limpieza del pueblo y las hemos llevado a una tumba del cementerio que no tenía nombre, custodiada por un angelote, no era la de mi sueño, pero era la que más se le parecía de todas las que había allí. Un velo de polvillo grisáceo se ha extendido sobre la losa y después ha desaparecido.

Aún no estoy muy segura, pero creo que nos hemos deshecho de todos los zombis definitivamente. Tengo que contárselo a Rosario y Pilar.



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